martes, 26 de enero de 2016

El castillo de Sagunto

Declarado monumento nacional en 1931, la presencia del castillo es tan antigua como el origen de la ciudad y ya los íberos establecieron allí su primer asentamiento (s. VI a.C.). Tradicionalmente se habla del castillo romano, haciendo con ello referencia a la civilización que más ha marcado este monumento y donde se encontraba Saguntum. Sin embargo, en el castillo quedan pocos restos de origen romano y es un mosaico de culturas y civilizaciones (íberos, romanos, godos, árabes). 

 
La fortaleza fue utilizada por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia al inicio del siglo XIX. Se encuentra dividido en siete plazas o recintos independientes: la plaza de Almenara, la plaza de Armas, la plaza de la Conejera, la plaza de la Ciudadela, la plaza Dos de Mayo, la plaza de San Fernando y Estudiantes.


Pero de todas las historias que puede contar este castillo a lo largo de tanto siglos, la mejor es en mi opinión, la del asedio al que estuvo sometida por el general cartaginés Aníbal. Tuvo lugar en el 218 a.C. y fue el desencadenante de la 2ª guerra púnica.


Aníbal había llegado a las puertas del castillo de Sagunto para apoderarse de él y tener una base que le asegurara poder abastecerse para asegurar el control cartaginés del Mediterráneo, además de tener una gran fortificación en un punto estratégico.


Los saguntinos, pueblo bajo el protectorado romano, pidieron ayuda a Roma pero éstos decidieron no dársela ya que consideraban a Aníbal demasiado joven (29 años) y pensaron que no podría derribar los impenetrables muros del castillo... y se equivocaron. Aníbal inició una batalla sangrienta que se inició con varios intentos fallidos de tomar la ciudad pero que causaban daños que a la postre decidieron el futuro de la ciudad.


Tras más de 8 meses de asedio, la población de Sagunto se resentía de la falta de provisiones, así que intentaron negociar una rendición honrosa, pero Aníbal fue implacable y puso unas condiciones inaceptables para el pueblo saguntino, que prefirió morir antes que rendir la cuidad.




Cuentan las crónicas de época que los saguntinos prefirieron ser consumidos por el fuego que entregarse. También cuentan que a la desesperada, un grupo salió al abrigo de la noche para matar a todo cartaginés que se encontraran a su paso. La consigna era buena pero la clara superioridad cartaginesa hacía presagiar el triste final de estos hombres. Desde lo alto del castillo, las mujeres asesinaban a sus propios hijos y después se lanzaban de lo alto de las murallas sabiendo que los cartagineses no tendrían piedad de ellas.



Tras esta batalla, Aníbal consiguió superar los Pirineos, atravesar la actual Francia y cruzar los Alpes para plantarse en las mismísimas puertas de Roma, pero su ejército, ya debilitado por la dureza de la campaña, acabaría derrotado por los romanos. Pero esa es otra historia…
  



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